Escrito por: Nadia
Costa Rica es un país que nos llevamos en el corazón para siempre. Sus magníficas cascadas de agua azul turquesa, sus playas salvajes bordeadas de palmeras, su fauna y su naturaleza… Y sobre todo, su gente. ¿Te apetece descubrirla a través de nuestros ojos? ¿Estás preparando un viaje y necesitas información? ¡Pues sigue leyendo! Y recuerda que también tenemos una guía con muchos consejos para visitar Costa Rica. Puedes leerla en este enlace.
Día 1: Vuelo Madrid-San José
Estábamos muy emocionados y nerviosos, era nuestro primer viaje intercontinental después de la pandemia, ¡y a Costa Rica nada menos! Volamos con Iberojet en un vuelo directo Madrid-San José de casi 12 horas… Facturación, control de seguridad, puerta de embarque y… ¡Por fin en el avión! ¡Despegamos! Película, película, almuerzo, película… Cabezada, mensaje del comandante, película y… ¡Llegamos por fin!
Aterrizamos en el aeropuerto de San José sobre las 18:00. Después de recoger nuestro equipaje, cogimos un taxi para ir a nuestro alojamiento. Nos quedábamos a pasar la noche en Alajuela, el pueblo donde está ubicado el aeropuerto. Llegamos a nuestro bungalow, cenamos y a dormir, nos esperaban muchas aventuras.
DÍA 2: Alajuela – Centro de rescate de animales Animal Love
Tras un buen desayuno, fuimos a recoger nuestro coche de alquiler y pusimos rumbo al centro de rescate de animales Animal Love, ubicado en la selva, a una hora y media aproximadamente de La Fortuna.
Animal Love funciona como una ONG donde cuidan de más de 1200 animales, sobre todo gatos y perros heridos, enfermos o abandonados. Es increíble el trabajo que hacen, sobre todo teniendo en cuenta que se financian solo con donaciones y con parte de los fondos del hotel con el que están hermanados, Lands In Love. Cuando nos contactaron para colaborar con ellos y ayudarlos a conseguir donaciones, aceptamos encantados.
Obviamente, nos alojamos en el hotel Lands In Love y tuvimos la oportunidad de visitar el centro de rescate, conocer al equipo, mimar a los gatitos y perritos y saber más sobre cómo trabajan y el esfuerzo que dedican todos los voluntarios a sacar adelante a todos estos animales.
Después, nos llevaron a hacer una actividad muy chula de tirolinas por la selva. El resort Lands In Love ofrece a sus huéspedes todo tipo de actividades, desde relajantes, como un paseo a caballo, hasta aventureras como rafting o descenso de cañones.
La experiencia de las tirolinas fue alucinante, hicimos cinco, una de ellas llamada el Superman, porque vas tumbado boca abajo y recorres volando los 700 metros de tirolina que transcurren por la selva. ¡Brutal! Después de eso, cenamos rico, rico y a descansar.






DÍA 3: Animal Love – Catarata La Fortuna
Dejamos el centro de rescate y ponemos rumbo a la zona de La Fortuna, donde se encuentra el Parque Nacional del Volcán Arenal, que está rodeado de aguas termales, cataratas y mucha naturaleza.
Después de dejar nuestras cosas en el hotel, pusimos rumbo a la catarata La Fortuna. Está incluida dentro de una zona protegida y hay que pagar entrada. Cuesta 18 dólares y tienes muchas cosas que hacer además de visitar la cascada, como trekkings y avistamiento de aves y plantas. Abre de 7:00 a 17:00.
Para llegar a la cascada, la joya de la corona, es necesario bajar (y luego subir) unas 500 escaleras. Llévate bañador y disfruta de un bañito relajante al lado del chorro, pero cuidado, porque a veces baja con tanta fuerza que no puedes acercarte. La tarde nos la tomamos de relax y disfrutamos de un precioso atardecer.

DÍA 4: Aguas termales, Parque Nacional del Volcán Arenal y Místico Park
Empezamos el día a las 6:00 en las aguas termales de Chollín, que son gratuitas. Están justo al lado de todos los hoteles termales que te clavan 90 dólares por persona por un bañito… ¡Son las mismas! Solo que a 100 metros son gratis. Y, por supuesto, el paisaje es totalmente natural, ya que en las zonas de los hoteles lo modifican.
Si quieres disfrutar bien de las termales Chollín, vete bien temprano, ya que luego se peta. Nosotros dejamos el coche a un lado de la carretera, a 10 metros del acceso a las termas. El mejor sitio es pasando una especie de puente en la carretera, a mano izquierda verás una bajada.
Estuvimos hora y media a remojo y luego pusimos rumbo al Parque Nacional del Volcán Arenal. Abre de 8:00 a 16:00, pero el último acceso es a las 14:30, tenlo en cuenta. Cuesta 15 dólares por persona.
Hay muchas sendas para hacer trekking y recorrer todo el parque, paseando por las coladas de lava y viendo árboles ceiba gigantescos. Las sendas no son nada difíciles y hay algunas por las que hasta podrías ir en silla de ruedas, literalmente. Son sencillitas y los niños pueden hacerlas sin problema. Hay una de dos horas, otra de tres, otra de solo media hora… Nosotros hicimos unas cuatro horas de caminata.
Tras comer algo rápido, nos dirigimos al Mistico Park, conocido por sus puentes colgantes por la selva. Fue una maravilla disfrutar de las vistas y aventurarnos como Indiana Jones por puentes colgante infinitos sobre las copas de los árboles con vistas al volcán Arenal. ¡Muy recomendable! Al acabar, nos fuimos directos al hotel a descansar, ¡qué día tan bonito e intenso!




DÍA 5: Arenal – Río Celeste – Manuel Antonio
Bien temprano, pusimos rumbo al Parque Nacional del Volcán Tenorio, donde se ubica el Río Celeste y su impresionante cascada. El sorprendente color celeste de esta agua surge por un compuesto mineral que se disuelve a lo largo del curso del río. Cuenta la leyenda que es donde Dios lavó su pincel después de pintar el cielo, ¡y no nos sorprende!
Abre de 8:00 a 16:00 y la entrada cuesta 12 dólares por persona. Cabe destacar que aquí el parking es de pago, hay varios y todos cuestan 3000 colones, a pagar en efectivo.
Al igual que en La Fortuna, tienes muchas más cosas que hacer además de ver la cascada, como trekkings, ver el teñidero del río, disfrutar de puentes colgantes sobre aguas celestes… Es un sitio precioso y uno de los más especiales en los que hemos estado. Estuvimos unas cuatro horas recorriendo el parque y luego, volvimos al coche para irnos a la zona de Manuel Antonio.
Nos esperaban cuatro horitas de coche por carreteras lentas y sinuosas. Cuando llegamos, compramos algo en el supermercado y ya nos quedamos descansando hasta el día siguiente.





DÍA 6: Parque Nacional de Manuel Antonio
Empezamos el día muy temprano para visitar el Parque Nacional de Manuel Antonio con un guía que nos ayudará a avistar animales. ¡Qué nervios! La visita se puede hacer por tu cuenta, sin guía, pero no lo recomendamos porque por tu cuenta no verías más que alguna mariposa. ¡Es increíble la capacidad de los guías para avistar y encontrar a los animales incluso desde muy lejos!
Nuestro guía se llamaba Diego y es muy bueno. Por supuesto, es guía oficial del parque. Gracias a él pudimos ver un montón de animales: perezosos, iguanas, reptiles, monos, murciélagos… ¡Quedamos muy contentos! Es muy hábil y te explica todo muy bien, siempre busca el punto perfecto para el avistamiento. Si quieres que Diego te acompañe en tu visita, tenemos su contacto, pídenoslo y te lo pasamos.
Lo único malo de este parque nacional es que es el más pequeño de Costa Rica pero el más visitado, así que hay hordas de gente ya a las 7 de la mañana campando por ahí. La entrada cuesta 16 dólares (solo entrada, visita guiada a parte) y abre de 7:00 a 15:00, cierra los martes.
Cuando acabamos el recorrido, nuestro plan fue disfrutar de las playas que hay dentro del parque, mucho menos concurridas que las playas públicas. Disfrutamos la mañana en Espadilla sur y luego, salimos para comer algo (no dejan meter comida al parque).
Después de comer, volvimos al plan de playa. Esta vez, en Espadilla, gratuita y pública. Para aparcar el coche, tienes dos opciones: usar un aparcamiento privado o buscar un sitio gratis. Nosotros aparcamos el coche a un lado de la carretera, en una zona claramente gratuita, aunque cuando volvimos a recoger el coche después de la tarde en la playa, un señor quería hacernos pagar por habernos “vigilado” el coche”. No le pagamos, por supuesto. Esto es muy común, no piquéis, que es un timo.
En playa Espadilla vimos un atardecer de película y aprovechamos, por supuesto, para sacar alguna foto bonita. Luego, fuimos a cenar a un avión y… ¡sí, sí, a un avión! Es un restaurante muy peculiar, pero en nuestra opinión, quizás demasiado caro para la comida que sirven.



DÍA 7: Manuel Antonio – Bahía Drake
Llega uno de los platos fuertes del viaje: ¡Nos vamos a Bahía Drake! Esta pequeña localidad está situada en la Península de Osa y es una de las puertas de entrada al Parque Nacional de Corcovado, el más espectacular del país y según National Geographic, el lugar con más biodiversidad del planeta.
Para llegar a Bahía Drake, lo mejor es ir hasta Sierpe, dejar allí el coche y luego, coger una barca hasta Bahía Drake. El proceso es muy sencillo: cuando llegas con el coche, unos señores te toman la matrícula, te indican dónde aparcar y te dicen con qué capitán te toca embarcar. Nuestro capitán se llamaba Junior. El parking cuesta 6 dólares por noche y lo pagas al volver a recogerlo.
Nada más montarnos en la barca… ¡bum! Emerge un cocodrilo a menos de cinco metros. Un cocodrilo enorme, por cierto. Todos hicimos “hfhghdjhfhfdjd” y a los dos segundos, volvió a sumergirse. ¿Quién podría esperarse ver un pedazo de cocodrilo en el embarcadero? Eso era un preludio de todo lo que nos esperaba en Bahía Drake y en Corcovado.
Empezamos a navegar y el paisaje nos dejó sin aliento. Río, jungla, aves, manglar… Una hora de navegación remontando el río para finalmente salir a mar abierto y llegar a Bahía Drake.
El desembarco es directamente en la playa. Acercan la barca un poco a la orilla y te bajas, con cuidado. Cubre más o menos hasta la rodilla, así que lleva pantalones cortos y unas chanclas o directamente, descálzate (cuidado con las piedras).
Bahía Drake es un pueblecito pequeño y muy pintoresco, muy tranquilo, pues apenas hay turismo, y muy auténtico. Nos recibe una playa espectacular, de película, con palmeras y nácar por todos lados, un mar cálido y solo tres o cuatro personas paseando o tomando el sol.
Esta zona de Costa Rica está muy protegida y por suerte, no se ha masificado. Llega muy poco turismo y se mantiene salvaje, lo cual es perfecto para ver animales. De hecho, en el tiempo que estuvimos en la playa, vimos muchísimos guacamayos, iguanas, pelícanos, colibríes… El verdadero Jardín del Edén. El tema de los guacamayos y los colibríes nos tiene fascinados. Para nosotros, verlos así, en libertad, sin buscarlos… como en Europa ves palomas… es algo que nos alucina.
Después de disfrutar de un ratito de playa y de unos tacos sentados en la arena, pasamos la tarde descansando en las hamacas de nuestro bungalow, con vistas al mar.

DÍA 8 – Parque Nacional de Corcovado
¡Empieza lo fuerte! Son las 5:30 y ya estamos en la playa, listos para embarcar rumbo al Parque Nacional de Corcovado. Desde Bahía Drake se tarda aproximadamente una hora en barca por mar abierto. El embarque y desembarque, por supuesto, directamente al mar, así que de nuevo, lleva calzado de recambio o descálzate.
Solo 100 personas al día pueden visitar Corcovado, así que reserva tu visita con tiempo. Solamente puedes entrar con guía, es obligatorio. La entrada de un día con visita guiada en grupo cuesta 90 dólares por persona, y si quieres guía privado son 130 dólares por persona.
Nosotros decidimos que haríamos la visita con guía privado para disfrutar mejor la experiencia. Por supuesto, guía oficial. ¡Y qué suerte tuvimos con el guía que nos asignaron! Se llama Carlos Matarrita y es todo un experto. Los demás guías de hecho nos comentaban que qué suerte, porque es como una enciclopedia humana y es verdad. Sabe muchísimo y tiene una capacidad increíble para rastrear animales. Os recomendamos muchísimo contar con él para vuestra visita, es muy profesional y agradable, explica todo con mucho detalle y sobre todo: respeta y ama la naturaleza.
A los tres minutos de entrar, ya habíamos visto varios animales. Una especie de cerdo de monte, monos, muchas aves… ¡y una familia de perezosos! Alucinante, porque en Manuel Antonio solo vimos bolitas de pelo, ya que estaban agazapados. Aquí en Corcovado los vimos hasta casi posando para foto. Una mamá perezoso con su cría y papá perezoso. ¡Fue alucinante!
Después de deleitarnos con estos preciosos animales, Carlos nos llevó hasta una avioneta estrellada en medio de la jungla. Muy rollo “Lost”. Por suerte, nadie murió en ese accidente.
Y entonces, Carlos empezó con su rastreo olfativo de la estrella del parque: el Tapir. Un animal muy curioso, de la familia de los equinos, una especie de mezcla entre caballo e hipopótamo, muy curioso. Es la insignia del parque, el animal más mítico.
Carlos empezó a rastrearlo por el olor. Nos decía que si notábamos el olor a caballo. Yo lo notaba, pero no como para rastrearlo y encontrarlo. Me parece alucinante esa destreza que tiene.
En nuestro camino, fuimos viendo muchos más animales. Monos, aves, mariposas, pizotes, guacamayos, reptiles… Y todo mientras nos adentrábamos en la jungla, en el bosque primario, una zona que nunca ha sido modificada por el hombre en la historia del planeta, una zona que lleva milenios así. Alucinante.
Aprovechamos para descansar 20 minutos en la Estación de La Sirena, donde puedes quedarte a dormir si decides hacer el tour de una o dos noches. Es como un albergue.
Después de esta breve pausa, seguimos buscando el rastro del tapir. Carlos dice que el olor se intensifica, estamos cerca. De repente, vemos que acelera el ritmo, nos dice que no hagamos ruido y enfila directo por entre los árboles. Después de dos minutos… ¡ahí estaba el tapir! Dándose un bañito de barro, tan tranquilo.
Es un animal muy curioso, de verdad, único en el mundo. Lo avistamos a una distancia prudencial, sin molestarlo. ¡Misión cumplida! Y ya fue lo último que pudimos avistar. Las cuatro o cinco horas se pasaron volando, vimos muchísima fauna, muchísima flora. Corcovado sin duda nos robó el corazón… y nosotros debimos de gustarle también, porque nos tenía preparada una última sorpresa.
Embarcamos de nuevo descalzos, para poner rumbo a Bahía Drake. El avistamiento de fauna se había acabado, o eso creíamos… De repente, en la lejanía, vemos saltar una ballena fuera del agua. ¡Y otra! Entonces, Carlos le pidió al capitán de la lancha que si nos podríamos acercar para verlas. Eran ballenas jorobadas, muy difíciles de avistar, muchas agencias turísticas hacen salidas en su búsqueda, ¡y nosotros las teníamos a 100 metros! Así que para allá que fuimos. Nos colocamos a una distancia prudencial y las ballenas nos dieron un espectáculo maravilloso. Colas para arriba y para abajo, chorros de agua… ¡Increíble! Esto solo puede pasar en Corcovado.
También pasamos cerca del buque de investigación de National Geographic.
Una vez desembarcamos, fuimos a nuestro bungalow y pasamos toda la tarde relajándonos y asimilando todo lo que habíamos visto, rodeados de colibríes, pelícanos y guacamayos.




Día 9: Trekking a la playa de San Josecito
Cuando buscamos información sobre Bahía Drake y Corcovado, todo el mundo recomendaba hacer el trekking que une Bahía Drake con la playa de San Josecito por la costa. Puedes hacerlo por tu cuenta y la verdad es que es toda una experiencia. Tienes la oportunidad de adentrarte en la naturaleza por tu cuenta pero de forma relativamente segura, y eso teníamos que probarlo.
El sendero no está demasiado bien indicado más allá de cuatro o cinco señales por todo el camino, que discurre entre selva y playas. Tuvimos suerte y nos encontramos unos guías gratuitos, tres perros que nos acompañaron todo el día y nos fueron guiando en los cruces y en las zonas más complicadas.
Se tarda unas tres horas ida y tres horas vuelta y recomendamos llevar agua abundante y comida, ya que la humedad y el calor hacen mella. Por el camino irás viendo unas calas y unas playas de película y si estás atento, puedes ver también fauna como monos, guacamayos, iguanas y hasta serpientes.
Hay que cruzar un río ya casi al final. Nosotros tuvimos la suerte de que nos coincidió marea baja y pudimos hacerlo a pie sin problema, mojándonos solo hasta medio muslo. Sin embargo, si la marea está alta toca nadar o pedirle a un señor que hay allí que te cruce en barca por 3 dólares.
Ya reventados del calor y la caminata, llegamos a San Josecito y nos instalamos en una calita cercana en la que estuvimos los cinco solos. Y digo cinco porque los tres perros seguían con nosotros. Comimos, sacamos unas fotos, dormimos siesta y fuimos a ver si alguien nos rescataba, literalmente. Ya no teníamos agua y no veíamos factible volver a pie, así que hablamos con un señor que tenía una barca y nos llevó de vuelta a Bahía Drake en un pispás por un precio que acordamos.
Tened en cuenta que podéis hacer la ida a pie y la vuelta en barca, pero las barcas se van de San Josecito sobre las 12:30, como tarde las 14:00.
Pasamos la tarde echados en la playa de Bahía Drake, disfrutando de un día maravilloso.



Día 10: Bahía Drake – Alto Luciérnaga
Con toda la pena del mundo por irnos del paraíso, abandonamos Bahía Drake sabiendo que jamás olvidaríamos esos preciosos lugares y todo lo que allí vimos y vivimos. Tomamos la barca que nos llevaba de nuevo hasta Sierpe para recuperar el coche y poner rumbo a la costa caribeña. Nuestro siguiente destino era Puerto Viejo de Talamanca, en el Caribe Sur.
Sin embargo, era demasiada distancia para recorrer en un solo día, así que hicimos noche de camino, en una cabaña en lo alto de una montaña.
Día 11: Alto Luciérnaga – Puerto Viejo
Tras recorrer las dos horas de camino que nos faltaban para llegar a nuestro destino, Puerto Viejo de Talamanca, nuestro plan era disfrutar de un día de playa y relajarnos en nuestro hotel.
Sin embargo, el destino nos tenía preparado otro plan. A mí me dolía mucho la cabeza, tenía una migraña horrible y lo pasé mal durante el viaje. Para colmo, cuando llegamos a Puerto Viejo descubrimos que el hotel que teníamos reservado era un timo, así que tuvimos que reclamar el dinero y buscar otro sobre la marcha.
La jugada nos salió bien, porque encontramos un resort precioso con buena ubicación. Pero claro, con la tensión y las discusiones, la migraña fue a más y ese día solo pude estar tumbada y dormir…
Día 12: Entramos al territorio indígena Bribri
Además de Corcovado, el otro plato fuerte de nuestro viaje era poder conocer a una familia indígena Bribri y compartir con ellos un día precioso. Y va a dar igual lo bien que os lo describa, porque mis palabras no harán justicia a la belleza que vivimos ese día.
Pudimos hacerlo gracias a Yuni de Duriwak y a Dani de Ditsowo u. Son dos chicos bribri que dirigen proyectos culturales indígenas y que hacen un gran trabajo. Yuni nos lo gestionó todo, quedamos con él por la mañana y nos guió hasta el territorio bribri. Allí nos recibió Dani, nos enseñó dónde nos quedaríamos a dormir y pusimos rumbo al río para coger una canoa e ir a visitar a su familia.
Remontando el río en canoa, llegamos al poblado. Lo primero que hicimos fue entrar a una edificación sagrada en la que Dani nos explicó el origen del universo según su cultura, las creencias bribris, algunos rituales… Y hablamos un poco de la forma de ver la vida que tienen allí. Nos quedamos maravillados con todo lo que nos contó, es muy interesante. Todo esto os lo contaremos en otro artículo dedicado exclusivamente a la cultura bribri, para no extendernos en el diario.
Luego, entramos a casa de su abuela, la matriarca del clan. Los bribris se organizan en clanes matriarcales y la mujer tiene mucha importancia en su cultura. De hecho, en la antigüedad, solo las mujeres y los líderes espirituales podían tomar cacao, que se consideraba una bebida sagrada.
Estuvimos compartiendo un tiempo precioso con la familia de Dani, hablando con ellos, con su abuela… Incluso pudimos escuchar cómo suena el idioma bribri, ya que tienen lengua propia. Nos contaron que gramaticalmente, sería parecido al inglés, pero claro, no comparten raíz y es muy bonito de escuchar.
Además, nos invitaron a almorzar y tomamos arroz con frijoles y carne, banano frito y cacao, ¡una delicia! Estaba muy sabroso y todo era totalmente orgánico y natural.
Después de seguir charlando un buen rato con los bribri, volvimos al río para ir al siguiente punto, un huerto ecológico que también llevan ellos. Allí Dani nos enseñó varias plantas, entre ellas, el fruto del cacao.
Luego, descansamos una horita y nos fuimos a bañar al río, ¡qué fresquita estaba el agua en comparación con el mar! Estuvimos compartiendo un rato agradable con Yuni y con otras dos chicas que conocimos allí y disfrutando de la naturaleza pura.
Después de ducharnos y cambiamos, llegó la hora de cenar. Dani había asado un cerdo y preparó una cena deliciosa. Pero sin duda, lo mejor fue la conversación que se creó después de cenar, todos compartiendo experiencias, visión de futuro, anécdotas… ¡Cómo echábamos de menos poder intercambiar conocimientos con gente de otros países y de otras culturas!
Nos fuimos a dormir con el corazón calentito y la mente agradecida por todo lo que estábamos viviendo. Al día siguiente tocaba madrugar para poner rumbo a nuestro destino final: Tortuguero.





Día 13: Territorio Bribri – Tortuguero
Nos despedimos con pena de Dani, de Yuni y de toda la gente que allí habíamos conocido sabiendo que los llevaríamos para siempre en nuestros corazones y muy agradecidos por todo lo que habíamos aprendido, visto y vivido. Sin duda, esta experiencia nos ha enriquecido como personas.
Pusimos rumbo a Tortuguero, en el Caribe Norte, una zona a la que solo se accede en barca. Dejamos el coche en el parking del embarcadero de La Pavona por 10 dólares la noche y cogimos la barca para remontar el río.
De nuevo, al llegar al aparcamiento, te recibe alguien y te dice en qué barca has de subirte. Esta vez, durante el trayecto no vimos cocodrilos, pero sí dos caimanes de lejos, iguanas y muchas aves.
La barca nos dejó directamente en nuestro resort, el Mawamba Lodge, un paraíso dentro del paraíso. Tiene embarcadero propio y está perfectamente integrado en la naturaleza, cuenta con bungalows perfectamente acondicionados con todas las comodidades, piscina, restaurante y bar.
Está justo al lado de la playa, pero no puedes bañarte porque hay tiburones, barracudas y mucho oleaje. Mejor la piscina. Llegamos directamente para comer y después de explorar el hotel, fuimos a descansar. El día siguiente tocaba madrugar.
Día 14: Canales del Parque Nacional de Tortuguero y Mawamba Lodge
Nos levantamos bien temprano para hacer una excursión en barquita de remo por los canales del Parque Nacional de Tortuguero y poder avistar caimanes, tortugas y otra fauna salvaje.
Por supuesto, con un guía oficial, que se llamaba Antonio. Lo contratamos a través de la Asociación Oficial de Guías de Tortuguero y fue y un acierto. Puede que otras agencias os ofrezcan lo mismo más barato, pero hay trampa: iréis en barca motora en grupo, con lo cual, ni veréis tantos animales (se asustan mucho con los motores) ni os podréis acercar tanto. Además, las lanchas motoras son perjudiciales para el ecosistema y el medio ambiente y, de hecho, hay canales donde no pueden entrar, solo pueden pasar barcas a remo.
Con lo cual, os recomendamos contratar la misma excursión que nosotros no solo para poder ver más y mejor la fauna, sino para no contribuir a destrozar el medio. Os podemos pasar el contacto de la chica que lo gestiona.
Antonio es muy buen guía, tiene muchos años de experiencia y es como una enciclopedia. Sabe muchísimo, incluso el peso medio de cada especie, de dónde a dónde migra cada ave, cuántos especímenes hay… ¡Lo sabe todo! Quedamos muy contentos con sus explicaciones. En las dos horas y media que estuvimos navegando vimos muchísimos caimanes. ¡Y muy cerca! Si estirábamos la mano, podíamos tocarlos (no recomendable, por supuesto). Vimos también tortugas, muchas aves, muchos reptiles… ¡Un paraíso!
Después, dimos una vuelta por el pueblo de Tortuguero para conocer sus vibrantes calles y luego, volvimos al Mawamba Lodge para sacar fotos y relajarnos en la piscina. ¡Se acaba nuestro viaje!
Pusimos punto y final a un maravilloso viaje con una cena perfecta en el restaurante del hotel. Todo el personal es muy atento y sin duda os lo recomendamos para la zona de Tortuguero.



Día 14: Tortuguero – San José – España
Toca vuelta a España… Cogimos la barca de Tortuguero a La Pavona, el coche de La Pavona al aeropuerto y de allí… El avión de San José a Madrid. Y otro de Madrid a Asturias.
Nuestro viaje terminaba y nosotros todavía estábamos asimilando todo lo que vivimos, lo que vimos y las experiencias tan enriquecedoras de un país que podría ser perfectamente el Jardín del Edén. Vimos animales exóticos en libertad que viven felices y protegidos, vimos muchas plantas preciosas, flores tropicales, playas de arena blanca, calas salvajes… Y conocimos gente que nos llevamos para toda la vida.
Y recuerda que también tenemos una guía con muchos consejos para visitar Costa Rica. Puedes leerla en este enlace.
¡Pura vida!