En asturiano, “tabayón” significa “cascada”, así que ya te puedes imaginar la joya de la corona de esta ruta. Una impresionante cascada de gran altura enmarcada en un paisaje natural alucinante, el Parque Natural de Redes. Montañas, hayedos, nieve y hojas naranjas y marrones. Olor a musgo, aire fresco y agua llena de vida. ¿Nos acompañas por esta ruta circular a través de bosques mágicos y parajes de película?
DATOS DE INTERÉS
- Nombre: Ruta Tabayón del Mongallu
- Localización: Tarna (Caso, Parque Natural de Redes)
- Dificultad: Fácil
- Formato: Circular o lineal
- Distancia: 11 km
- Tiempo aproximado: Unas 4 horas
- ¿Apta para niños?: Sí, si están acostumbrados a las rutas
- ¿Accesible?: No
LOCALIZACIÓN
La ruta parte del pueblo de Tarna, en el Parque Natural de Redes. Nosotros dejamos el coche en el aparcamiento al lado de la iglesia. Si está lleno, no hay problema en dejarlo ladeado en algún camino, sin entorpecer el tráfico ni las entradas a las fincas particulares.
Es una zona preciosa y merece la pena pasar una noche o un par para visitar más puntos del concejo y de Redes.
LA RUTA
El camino que sale de Tarna empieza con asfalto, pero poco a poco nos mete en un maravilloso hayedo que en otoño es una explosión de color. Además, el día que fuimos nosotros había algo de nieve acumulada y estaba precioso. En primavera también es un espectáculo.
Después de aproximadamente un kilómetro nos encontramos un desvío. El camino de la izquierda nos sube a los Rebollos de Llanu’l Toru, donde podremos observar unos imponentes robles centenarios. En este caso, nosotros decidimos no coger el desvío porque suponía añadir una hora más al camino e íbamos algo justos de tiempo, pero volveremos porque nos han dicho que merece mucho la pena.
Siguiendo en la bifurcación a la derecha, tomamos el camino que nos conduce a la cascada atravesando el Monte Saperu. La luz del sol va reflejando en la nieve y en las hojas tornasoladas y no podemos parar de hacer fotos y vídeos.
Poco después, nos encontramos un puente de madera muy de cuento. Ojo, porque si hay nieve, como cuando fuimos nosotros, la madera del puente resbala, así que sujétate bien a la barandilla.
Seguimos ascendiendo en zigzag por el camino y nos encontramos con la fuente Arellales, donde hacemos una pequeña parada para abastecernos y admirar el precioso paisaje.
Un poco más adelante, salimos del bosque en un precioso valle rodeado de montañas y picos nevados, árboles naranjas y a lo lejos… ¡el tabayón! Se ve perfectamente la cascada si tienes buena vista. Es un valle impresionante y las vistas son una locura, merece la pena pararse a sacar fotos.

Ascendemos poco a poco hacia la cascada, con mucha precaución porque nos encontramos hielo en el camino. En este caso, los bastones y el calzado Gore-tex son nuestros mejores aliados.
¡Por fin llegamos a la cascada! Es todo un espectáculo. En otoño/invierno es cuando más caudal tiene, así que la vimos despampanante, con un musgo verde intenso y enfocada hacia los picos nevados y los bosques otoñales. ¡No puede ser más bonita! Estuvimos un buen rato allí sacando fotos y observando la majestuosidad del salto de agua.

Cuando tocó bajar de vuelta al camino, sufrimos un poco. Como decía, el camino estaba lleno de placas de hielo y era muy complicado bajar de pie a pesar de los bastones. Al segundo resbalón con culada supimos que lo mejor era sentarse y bajar en modo tobogán. ¡Fue superdivertido! Una vez abajo, sanos y salvos, buscamos un sitio para comer tranquilamente allí mismo, al pie de la cascada.
Después de llenar la tripa, retomamos la marcha por el camino circular (está bien señalizado, no hay pérdida). Esta última parte discurre por un camino bastante ancho por el bosque. De nuevo, los colores otoñales nos acompañan. Desde hace unos meses, la última parte de ese camino debe hacerse por la carretera, ya que un argayo corta el paso en el último tramo. También está perfectamente señalizado. Finalmente, llegamos de nuevo al pueblo de Tarna.
Es una ruta bastante asequible y con unos paisajes impresionantes, así que anímate a hacerla porque merece mucho la pena y no te va a decepcionar. Si vas en invierno, lleva bastones. Nosotros recomendamos hacerla en otoño o en primavera para disfrutar de unos colores despampanantes.